Discurso Inaugural del Presidente de ACHIF Hugo Renato Ochoa Disselkoen
III Congreso Nacional de Filosofía Valparaíso – 2013
Quiero en primer lugar rendir homenaje a los fundadores de esta Asociación Chilena de Filosofía en el momento en el que se inaugura el III Congreso, así como a los pasados presidentes, formales e informales, Wilfredo Quezada, Eduardo Fermandois y Claudia Muñoz, lo cual revela que la fuerza y el impulso que originalmente impusieron a esta Asociación, ha permanecido vivo también en quienes no estuvimos en esa oportunidad. El espíritu de inclusión y respeto, que no elimina en absoluto las discrepancias, la conciencia de la fragilidad radical que caracteriza las obras del espíritu, y una voluntad, casi diría “pedagógica”, de llevar la filosofía a Chile y traer a Chile a la filosofía, con el convencimiento profundo de que no hay otro modo de contrarrestar esa inmersión en lo banal que parece caracterizar a nuestra época, son cuestiones que debemos cuidar y proyectar, y es eso lo que pretendemos, una vez más, hacer en este congreso. Se trata efectivamente de una fundación cuyos cimientos están, por una parte, enterrados en una tradición que nos ha inevitablemente conformado, pero esa misma tradición exige llevar a cabo, por otra parte, la tarea de crear una nueva tradición que reconozca en pensadores chilenos su punto de anclaje y, a la vez, de vuelo.
Respecto de lo primero:
Cuando Critón acude a la cárcel donde Sócrates espera la muerte, para comunicarle que ha sobornado a los guardias y que puede huir de Atenas, éste le dice algo así como lo siguiente: “Es necesario primero salir de la cárcel del logos”, y le propone dialogar nuevamente acerca de lo justo y de lo injusto. En realidad no son los barrotes de hierro los que mantienen a Sócrates en la cárcel, sino la fidelidad a su discurso; pero ésta es una fidelidad que está dispuesta, una y otra vez, a ponerse a prueba en el diálogo. Me atrevería a decir que esta curiosa ecuación de fidelidad al propio discurso, por una parte, pero también de apertura a discutirlo sin remilgos y con honestidad, es algo que caracteriza a la verdadera filosofía y, estoy seguro, ha caracterizado a estos congresos de filosofía y, naturalmente, esperamos que una vez más, ocurra lo mismo aquí en Valparaíso. Porque a eso venimos y ese es el sentido de las ponencias, exponer lo que se ha pensado y, así, exponerse, con la certeza de que nuestro pensamiento no está acabado, de que necesitamos, verdaderamente necesitamos, como diría Carlos Verdugo recurriendo a su maestro, contrastar, poner a prueba, hipótesis, conjeturas, pensamientos. Es claro que la cárcel de Sócrates es el propio Sócrates, éste se niega a rendir tributo al miedo a la muerte, a la opinión de la mayoría, al fantasma de la
posteridad, sólo se atiene, y rigurosamente, a la prueba del diálogo. En este sentido, paradojicamente, la filosofía aspira desde su comienzo a la libertad, y es esa libertad la única que debe encadenarnos. El resultado de esto puede ser muy fecundo: terminado el congreso, se suele salir con la certeza de la propia debilidad y con el propósito de estudiar más, profundizar en el pensar, ampliar las perspectivas, recorrer de nuevo, una vez más, el propio discurso. Con sólo que esto último se consiga, el congreso habrá tenido éxito.
Respecto de lo segundo: Jorge Millas en un artículo publicado en Atenea y que lleva por título “La ciencia en una cultura del hastío”, describe lo que, simplificando y no en los términos de Millas, sería la manía de la búsqueda de un saber con sentido. Y dice: “El conocimiento fue convirtiéndose en preocupación por el hombre y acabó -refinamiento de refinamientos, que sólo en el plano de la conciencia es posible- en preocupación por el conocimiento mismo. Una vida que no sólo se vive, sino que se piensa, y un conocimiento que no sólo se afana por el mundo, sino por el sujeto que conoce, y aun por el propio acto de conocer, están expuestos a entrar frecuentemente en crisis, esto es, en interrupción de su flujo, con Ia consiguiente incertidumbre y enervación emocional”. Por lo tanto, como dice más arriba, “la vida humana como conciencia es vida como crisis y manía”.
El conocimiento aparece aquí ya no sólo como instrumento o como búsqueda de verdades objeto, sino como estructura de la vida misma. Pero así entendido, en este retorno reflejo sobre sí aparece inevitablemente un hiato o abismo radical donde, en la solidez de la incertidumbre, el ser humano debe poner sus fundamentos. Si, como parece sostener Millas, la díada ser-pensar, entendidos en respectividad, significa crisis o, si se quiere, por qué no, crítica, entonces la filosofía jamás podrá salir de esa crisis y, tal vez, de allí la manía. Efectivamente, la manía se caracteriza no sólo por una concentración casi obsesiva en un punto, sino sobre todo por un afán de desbordamiento de todo límite. Y así, el intento de desbordar, sea el límite del ser, sea el límite del pensar es lo que provoca las crisis de la filosofía que coinciden, y no accidentalmente, con crisis que afectan al modo como el ser humano vive, convive y sobrevive. Efectivamente, esta “interrupción del flujo”, bajo la forma de toma de conciencia, o como reflexión evaluadora, o, incluso, como cálculo de expectativas, constituye necesariamente un espacio vacío que sólo puede ser llenado “desde dentro”. Esto significa que lo humano no consiste sólo en darse sentido a sí mismo, sino también en dar sentido, porque es en virtud del sentido que los límites aparecen como tales. Este congreso, como los anteriores, significa para todos los expositores y para los oyentes una detención, eso significó ya poner por escrito lo que se ha pensado, tarea ingente pero necesaria, pero ahora, comunicarlo significa mostrar en público los propios límites, para esto se requiere valor y libertad.
Si comencé agradeciendo a los fundadores y pasados presidentes de la Asociación Chilena de Filosofía, quiero ahora agradecer a la Asociación de Posgraduación en Filosofía de Brasil, la que, en la persona de su presidente, Marcelo Carvalho, ha acogido con entusiasmo la invitación que le hicimos y esperamos que en el futuro se acrecienten las buenas relaciones académicas que han cultivado nuestros dos países. Por último quiero agradecer al Consejo de Rectores, regional Valparaíso por el apoyo que nos han brindado en la realización de este congreso, a la Universidad de Chile, a la Pontificia Universidad Católica de Chile, a la Universidad de Concepción, a la Fundación Millas y a todos los académicos, estudiantes y personal administrativo que, desinteresadamente, han colaborado en la evaluación de ponencias, gestión adminitrativa, apoyo logístico, etc.
Muchas gracias.
Hugo Ochoa
Presidente ACHIF 2012 – 2013