5 filósofas, a 5 años del “Mayo feminista”

Posted · Añadir comentario

Los cambios, los flujos y reflujos de la historia, no les son ajenos en lo personal ni en lo académico a cinco cultoras de la filosofía consultadas por La Tercera: qué dejó ese mayo y qué significa dedicarse a la disciplina en Chile fueron dos de las interrogantes.

Por Pablo Marín.

Si el lector llega a tener en la punta de la lengua el nombre de algún famoso cultor de la filosofía (Platón, Descartes, Hegel o Heidegger), muy probablemente no será el de una filósofa.

Pero las hay, y hoy cubren en Chile un amplio espectro de preocupaciones disciplinares, y no sólo en los ámbitos que “se esperan de las mujeres”, al decir de la académica de la Usach Diana Aurenque: de la filosofía de la física que aborda Patricia Palacios al estudio de la producción de sujetos sociales mediante las tecnologías de investigación, en el caso de Ángela Boitano, a su vez investigadora del Observatorio de Desigualdades de la UDP y presidenta de la Asociación Chilena de Filosofía (Achif).

Y si filosofar pasa por hacer preguntas, es lo que ellas han hecho, instalándose de paso en la conversación pública.

 

En La Tercera, semanas después del 4-S, Aurenque planteaba “la pregunta por el ‘nosotros’. Una pregunta que, ‘si bien es filosófica, también es política: ¿qué hace a un pueblo ser pueblo? ¿cuál es la ‘fuerte razón’, parafraseando a Peter Sloterdijk, para que millones de chilenos permanezcamos juntos?”. Semanas más tarde, otra columna apareció en The New York Times, con la firma de Sasha Mudd, investigadora de la UC. Por título llevaba una interrogante moral: “¿Es Ud. una mala persona por estar viendo los JJOO [de Invierno] en TV?” (otra interrogante fue si nos hacemos cómplices de una acción incorrecta por el simple hecho de elegir entretenernos con ella).

Ese mismo 2021, en tanto, la docente del Departamento de Filosofía de la U. de Chile Daniela Alegría marca un artículo publicado en la revista mexicana Signos Filosóficos con una nueva pregunta -”¿Puede un kantiano ser parcial con sus seres queridos?”- para luego explicarse: » A diferencia de los críticos que abogan que la imparcialidad del juicio obliga a no tener en cuenta las relaciones personales cuando se toman decisiones morales, defiendo la hipótesis de que un kantiano puede ser parcial con sus seres queridos”.

Hay filósofas chilenas, entonces, aun si pasa que algunas se consideran tales y otras no: “Me queda como poncho”, dice Gabriela Caviedes, de la U. de los Andes, mientras Mudd refrenda la legítimidad de rótulo en su propio quehacer: en “el cuestionamiento de suposiciones ocultas, la insistencia en que nada es inmune a la duda y la búsqueda de claridad a través del razonamiento, la argumentación y la reflexión” (Aurenque, por último, dice haber llegado a la convicción de que “ser filósofo/a, más que un título académico o profesional, es una forma de vida”).

Eso sí, más allá de niveles crecientes de presencia y producción, juegan su rol enfrentadas a una academia masculina de toda la vida. Un mundo que da señales de encaminarse a la justicia de género, pero nunca tanto.

Lo viven todas en el país, una treintena de ellas registradas en la Cartografía de Mujeres Filósofas Chilenas. Es parte de su experiencia, se sientan o no marcadas por alguna corriente intelectual o activista. Por eso, ven transversalmente en los 5 años del “Mayo feminista” un significado profundo, trascendente y transformador.

¿Qué significa hoy? Varias cosas.

La paridad, de a poco

 

Ese mayo de 2018 dio la sensación de no haberle sido ajeno a ninguna mujer de ninguna edad o identidad. A juicio de Caviedes, “visibilizó y puso sobre la mesa asuntos en los que se venía insistiendo algo soterradamente, pero que ahora resultaban ineludibles para la discusión pública y legislativa”.

Para Mudd, esas jornadas “hicieron mucho por poner las preocupaciones feministas en la agenda política y hacer que las cuestiones de igualdad de género parezcan urgentes para la sociedad en general: de la paridad de género en el primer proceso constituyente, celebrada en todo el mundo, hasta la ley contra el acoso sexual y la violencia de género en el ámbito académico, aprobada en el Senado en 2021″. Queda mucho, agrega, pero “la conciencia de la injusticia de género ha crecido sustancialmente en los últimos años, especialmente en la educación superior”. Y da como ejemplo el Instituto de Filosofía de la UC, donde trabaja, que inauguró en 2020 una dirección de equidad de género que ella misma dirige.

“Nuestro despliegue fue condicionado por determinantes históricas que hoy, afortunadamente, parecen haber perdido buena parte de su legitimidad”, piensa por su lado Aurenque, mientras Alegría dice que “la metáfora de las olas del feminismo es muy acertada, por ejemplo en el ámbito académico, donde comenzaron a surgir demandas para una educación no sexista y la implementación de protocolos para abordar denuncias de acoso sexual, violencia de género y discriminación arbitraria”.

Y para que se entienda que esto no es sólo cosa de universitarias o de élites culturales, ocurrió, en palabras de la académica de la U. de los Andes María Alejandra Carrasco, que “hasta la señora Juanita, digamos, sabe de qué estamos hablando cuando hablamos de las mujeres; se da cuenta de que es mujer y de que no la pueden ningunear por el hecho de serlo”.

Mayo se vio como algo inédito, pero no necesariamente desentendido de la lucha librada desde el siglo XIX por la equidad frente al privilegio masculino. Así lo cree Sasha Mudd, quien junto con relevar iniciativas como el Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH, 1935-1953), valora el “enorme progreso hacia una mayor igualdad” que supuso hace tres cuartos de siglo el voto femenino. Sin embargo, piensa, “no debemos ser complacientes. Aunque hoy las luchas son diferentes, las profundas estructuras culturales que marginan a las mujeres del poder, que las restringen y las frenan, siguen vivas, incluso si los mecanismos de nuestra exclusión, marginación y opresión son en algunos casos más sutiles y menos explícitos que en el pasado”.

Un caso de estudio lo da, para estos efectos, la propia situación de las académicas de filosofía, en Chile y afuera.

“En Filosofía uno generalmente se escuda en lo que pasa en Matemáticas o en Ingeniería, donde siempre hay menos mujeres”, dice en off un académico. “Hay lugares donde casi no se ven y hay otros con más, como en la UAI. Es bien diferente según el lugar, pero claramente hay un retraso grande, no muy distinto de lo que pasa en el resto de A. Latina y EE.UU., aunque eso no sea un consuelo”.

En todos los departamentos de Filosofía, agrega la misma fuente, “[a los hombres] se nos apunta con el dedo, y con buenas razones”. Añade que ha habido cambios pro equidad, partiendo por la composición del cuerpo académico y la producción de obra filosófica, pero que no son muy significativos, salvo en un puñado de países, como Argentina. Si en 2015 The Guardian informaba que menos del 30% de los departamentos del Reino Unido estaba conformado por mujeres, en ocho años las cifras no parecen haber mejorado mucho.

“En las universidades –o en Chile- estamos llenos de protocolos cargados de buenas intenciones”, cree Aurenque. “Pero en la práctica estas parecen tener poco peso. Cuando fui directora [del Departamento de Filosofía Usach], ofrecimos una bonificación histórica para incorporar mujeres; y si bien postularon excelentes candidatas, no cumplían alguno de los demás criterios”. A ello agrega la autora de Animales enfermos (2022) “climas laborales especialmente hostiles contra las mujeres, [donde] poco podemos mejorar con paridad”. Eso sí, concluye, “en otros ámbitos se han hecho importantes avances: por ejemplo, el grupo de estudio de filosofía de Fondecyt [Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico] es casi o completamente paritario”.

El coronavirus, afirma Caviedes, “ayudó a poner de relieve un asunto que no se encontraba en el mayo feminista, que es el de los cuidados: hoy es una de las reivindicaciones más relevantes para los feminismos de casi todos los sectores, porque también es de una transversalidad muy grande, y toca las vivencias de la mayoría de las mujeres”.

Hacia el año 2020, prosigue la académica, “los editores de diversas revistas de artículos académicos observaban una actividad inusual en los envíos: la mayoría había recibido más artículos que lo normal, pero ese aumento había sido únicamente masculino. Las mujeres parecían haberse desvanecido de la academia, salvo las que escribían en conjunto con varones. La editora del British Journal for the Philosophy of Science dijo, por ejemplo, que ‘nunca había visto nada semejante’. Las razones del cambio no son difíciles de adivinar”.

Entre esas razones están las que provee Sasha Mudd, cuyo CV no sólo consigna libros, ponencias, cursos o artículos, sino también los períodos que destinó a la maternidad. “Mi propia experiencia de vivir la pandemia como madre de tres hijas pequeñas, con un trabajo académico de tiempo completo, fue una absoluta pesadilla. El colapso del cuidado infantil y de la escolarización presencial fue devastador para las mujeres profesionales de una manera que no lo fue para los hombres profesionales. Las actitudes sexistas y misóginas de colegas que antes parecían aliados me impactaron profundamente, así como la forma en que ciertas instituciones encubren a estos abusadores”.

Filósofas por el cuidado

Otro ítem son los temas y problemas disciplinares que cada una afronta, así como el modo de afrontarlo. Porque una cosa es hacer de la mujer o del género un objeto de estudio filosófico y otra es abordar la filosofía analítica o la histórica con “perspectiva de género”. ¿Qué sería eso? Las consultadas concuerdan en que no concuerdan en todo ni tendrían por qué.

“Si bien no me dedico a temas de estudios de género, trabajo sobre temas que no pueden prescindir de ello”, cuenta Aurenque. “Para la antropología filosófica, la bioética o la filosofía de la medicina, por ejemplo, el género es crucial para comprender una serie de sus problemáticas y cuestionamientos. Así, no puedo pensar filosóficamente sobre la vejez, si no incluyo una perspectiva que incluya también la vivencia particular que tienen las mujeres envejecidas”.

“Escribo y pienso sobre muchos temas que no están explícitamente relacionados con el género en primera instancia, como la libertad, la justicia, las emociones morales, el funcionamiento de la ciencia” dice Mudd por su lado. “Por supuesto, todos estos temas pueden analizarse desde una perspectiva de género, que es, a menudo, un ejercicio rico e importante, pero no es el único enfoque valioso. El que sea mujer no significa necesariamente que aborde mis temas desde el punto de vista de esa identidad. Soy muchas otras cosas, además de una mujer”.

La señalada perspectiva es asumida en el trabajo de Daniela Alegría, que hoy lleva una investigación posdoctoral en cuestiones de la filosofía moral como la imparcialidad moral en las relaciones personales, estas últimas asociadas con el ámbito doméstico históricamente vinculado a las mujeres. En esa misma línea, dice, le “interesa la ética del cuidado, que presenta una manera diferente de comprender los asuntos morales, subrayando la importancia moral, social y política de una labor históricamente asociada a las mujeres”.

Porque la ética del cuidado, la de autoras como Joan Tronto, no sólo es un campo en alza; también hay en él un anclaje moral, así como una causa política y un nexo incontestable entre las filósofas y la sociedad chilena. Que lo diga, si no, Gabriela Caviedes:

“Aunque me había dedicado sobre todo al estudio de los fundamentos del feminismo queer, a partir de la pandemia comencé a estudiar con mucha mayor profundidad a las feministas de la ética del cuidado. Ellas vienen advirtiendo los problemas que hoy vemos con tanta nitidez desde hace décadas. (…)La tensión entre trabajo y cuidados es el desafío feminista más relevante de nuestra era”.

¿Y el feminismo? ¿Y los feminismos?

Para Caviedes, “cierto feminismo propio de la nueva izquierda se apropió de la vocería completa de ese movimiento. Tiene mucha influencia hasta el día de hoy, sin necesariamente distinguir matices y, sobre todo, sin necesariamente representar a todas las mujeres que sienten que se requieren cambios culturales”. Iluminadora le parece a este respecto una encuesta de Criteria Research de 2021: “aun cuando una inmensa mayoría de las mujeres considera que el país es machista, solo el 36% se dice a sí misma feminista”.

Para Alegría, que concurrió en 2021 a la creación de la Red de Filósofas Feministas en Chile y que hoy dicta un seminario sobre Mary Wollstonecraft, la ola de 2018 “parece retroceder, como lo vemos en la actualidad con el proceso constitucional y su posible efecto en la ley de aborto en tres causales, por ejemplo. Pero espero que esa ola siempre regrese y vuelva a influir en nuestras vidas”.

Los comentarios están cerrados.

 
 
Verificado por MonsterInsights