Celebración del día mundial de la Filosofía

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Para la defensa y valorización de la enseñanza de la filosofía en la educación secundaria y universitaria. Palabras de bienvenida de Angela Boitano (UDP, Presidenta ACHIF). Participa Colegio La Fontaine, Liceo técnico de Valparaíso, entre otros. Modera Silvia Pérez y Mónica Luarte.

El día 18 de noviembre se celebró el día mundial de la Filosofía. Conmemoramos esta actividad en ACHIF haciendo énfasis en la defensa y valorización de la enseñanza de la filosofía en la educación básica, media y universitaria. A continuación las palabras de bienvenida de la actual Presidenta de la ACHIF, Angela Boitano.

 

La enseñanza de la filosofía, una apuesta pascaliana

Por Dra. Angela Boitano, Presidenta ACHIF

Es sugerente comenzar este breve saludo y presentación con una frase que Nietzsche en La gaya ciencia donde señala la tarea de la filosofía: “hacer daño a la necedad”. Buen propósito, por cierto. Pero esta es una apuesta pascaliana. Y eso significa que no hay garantías de que tras el ejercicio de pensar ocurra tal o cual deriva, aun así, considerando la mínima posibilidad, diremos, vale la pena. ¿Qué es lo que “vale la pena”? Dejarse tocar. Propondremos acá que la experiencia de pensar filosóficamente se puede vincular con la idea de dejarse tocar, cuestión en la que siempre está implicada la relación con una alteridad.

Queremos que la experiencia de un niño, niña o joven con la filosofía interrumpa su tiempo lineal y vacío de un casillero en el horario de clases, aspiramos a que en ese continuum en que coexisten las asignaturas de matemáticas junto con educación física y filosofía, siempre igual a sí mismo, se rompa con la llegada de un tiempo cualitativo, mesiánico como diría Benjamin, en que se pueda ejercitar esa detención creativa que supone pensar. Y “pensar” no alude a un estado contemplativo sino a una transformación activa del presente que comienza por uno/a mismo/a. Este no es un tiempo que se espera, sino hay que hacerlo llegar. Spivak, una mujer filósofa india, diría que para hacerlo advenir es necesario “suspenderse en el texto del otro” (212: 44) lo que al mismo tiempo requiere que el/la lector/a se descentre de su sí-mismo.

Siguiendo a Jean-Luc Nancy, filósofo francés que murió hace poco, diremos que dejarse tocar es una experiencia de límite. Incluso cuando toco un teclado de computador o la pantalla de mi celular, también soy tocado por estos instrumentos y todo el mundo de sentido que traen a la mano, las huellas que ahí deja lo otro. Cuando leemos un texto de Simone de Beauvior o una poesía de Elicura Chihuailaf, podemos experimentar el contacto con la alteridad, sin la cual no hay mismidad. Ser tocado es sinónimo de ser “afectado por” y alude a una permanente posibilidad de cambio que lejos de concebirla como una falla, es una apertura a lo otro y una necesaria experiencia de relativización de nuestro punto de vista.

Creemos que concebir de ese modo la identidad es consistente con una manera de vivir en comunidades cada más plurales en que la no coincidencia con otros no se transforme en una amenaza. Y es en este punto en que pensamos que la enseñanza de la filosofía se torna una actividad esencial. Si pensamos que la identidad es una cuestión inconclusa, no unitaria ni consistente, entonces la experiencia de pensar filosóficamente introduce un elemento de curiosidad, de duda y de permanente revisión de nuestras certezas. Incluso la relación con la filosofía, como cuerpo de conocimiento, como conjunto de tradiciones de pensamiento y como actitud ante la vida debiera ser desempolvada, leída “a contrapelo”. Y vuelvo a citar a Benjamin, la tesis VII para entender lo que significa esa expresión. Implica asumir que todo documento de cultura es a la vez un documento de barbarie y que la alta cultura es posible gracias a grupos humanos que están excluidos del goce de esta.

En el día mundial de la filosofía, evento que fue instituido hace 19 años ya, se señala que: “la enseñanza filosófica debe ser preservada o extendida, donde existe, creada donde no existe aún, y nombrada explícitamente ‘filosofía’. La enseñanza filosófica debe ser asegurada por profesores competentes, especialmente formados a este efecto, y no puede ser subordinada a ningún imperativo económico, técnico, religioso, político e ideológico. Permaneciendo completamente autónoma, la enseñanza filosófica debe estar en todas partes donde sea posible, efectivamente asociada y no sólo yuxtapuesta, a las formaciones universitarias o profesionales en todos los dominios”.

Abrazamos este propósito en un mundo y en un tiempo que pide a gritos reanimar la ambición ⎼desmesurada, por cierto⎼ de terminar con la injusticia, la dominación, el consumo insensato, la necedad. Mundos y tiempos turbulentos que señalan caminos a la adultez que suelen ser diversos y hasta contradictorios. Pedimos a los/as niños, niñas y adolescentes que sean felices a la vez que se adapten, que sean críticos y a la vez pacientes, que sean creativos/as y a la vez respetuosos de ciertas tradiciones. Ahora mismo, en nuestros propósitos se advierte la tensión entre procurar cierta protección a las generaciones más jóvenes y, al mismo tiempo, la necesidad de exponerlas al asalto de la alteridad. Lo mencionamos antes, la filosofía permite la interrupción de la experiencia cotidiana, poniéndola entre paréntesis; a la vez, la filosofía es interrumpida por la experiencia de lo inconceptual (Oyarzún, 2006: 23). La enseñanza de la filosofía y del filosofar transcurre por estos derroteros, examinamos conceptos y los echamos a andar, luego retornan alterados en la vorágine de un mundo marcado por una enorme velocidad de cambio. Nunca mejor dicho: “disponemos aun de categorías para ‘cosas’ que ya no existen; por otra parte, estamos rodeados de ‘cosas’ que aún no podemos ver” (Rojas 2006: 108).

En este entramado apostamos porque la enseñanza de la filosofía, siempre amenazada, sea una oportunidad de detenernos a mirar y ojalá transformar nuestro presente. Aunque esta es una apuesta pascaliana, lo decíamos antes, porque no hay garantías. Razón de sobra entonces para poner más energía pues el futuro será lo que hagamos de él.

Referencias bibliográficas

Benjamin, Walter. Conceptos de filosofía de la historia. Buenos Aires. Terramar.
Oyarzún, Pablo, “La filosofía en la enseñanza media”, Archivos Revista de Filosofía UMCE, Nro. 1, 2006, pp. 15-24.
Rojas, Sergio, “Filosofía y Reforma: la educación del sujeto en la era de la velocidad”, en Archivos Revista de Filosofía UMCE, Nro. 1, 2006, pp. 104-115.
Spivak, Gayatri Ch. (2012). Otras Asias. Madrid, Akal.

 

 

Entrevista a las profesoras Mónica Luarte y Silvia Pérez

La actividad por la defensa y valorización de la Filosofía fue moderada por Silvia Pérez (Vicepresidenta ACHIF y profesora del colegio La Fontaine) y Mónica Luarte (miembro directivo ACHIF y profesora del colegio Mayflower). Aquí algunas palabras de ambas profesoras sobre sus experiencias en el aula.

 

Mónica Luarte en su lugar de trabajo

Mónica Luarte: «Quienes trabajamos con jóvenes, niños y niñas sabemos de sobra cómo la filosofía florece naturalmente desde nuestros primeros años»

1. Hola Mónica, ¿qué te motivó a estudiar filosofía? ¿fue una inquietud temprana en tu vida?

Pensar fue un afán desde niña, los cuentos y la literatura abrieron un mundo inmenso ante mí. Creo que aquello sembró un germen que hoy puedo llamar filosófico. Entré a la carrera de filosofía con muy poca idea de lo que aquello implicaba, más bien por el deseo de pensar y conocer todo lo que fuese posible. En ese entonces consideré que la filosofía era el lugar en el que podría encontrar este espacio.

2. Han habido distintos intentos de quitar la filosofía de los colegios, ¿por qué la filosofía debe estar en la educación media?

Esta es una pregunta difícil. Los y las jóvenes llegan a la asignatura de filosofía con algo que suelo llamar ‘hambre’ de pensamiento y también con una casi nula experiencia del pensar desde sí. Acostumbrados a aprender datos, mecanismo, estrategias con finalidades prácticas, la filosofía irrumpe en sus vidas desencajando la maquinaria educativa, volviéndose una experiencia desconcertante y refrescante, que molesta y apasiona a la vez, convirtiéndose en un problema o un goce. Considero que todo estudiante debe acceder a la experiencia de hacer filosofía por muchas razones, algunas de ellas son el ejercicio reflexivo y crítico del diálogo y disenso que les entrega un modo único de relacionarse con otros y otras, además de acercarse a la pluralidad de la vida y el mundo. Implicarse en problemáticas vinculadas a su existencia y al mundo les permite crecer con mayor autoconciencia, sensibilidad y responsabilidad. Por ello, la formación filosófica no solo es necesaria, sino que es su derecho.
Sin embargo, al mismo tiempo, la filosofía llega demasiado tarde a ser parte de su formación. Las teorías del desarrollo cognitivo, le han hecho un muy mal favor a la filosofía, pues han sustentado la idea de que el pensamiento conceptual puede darse solo en sus estadios superiores, limitando, de este modo, el acceso a la filosofía de millones de niñas y niños. Quienes trabajamos con jóvenes, niños y niñas sabemos de sobra cómo la filosofía florece naturalmente desde nuestros primeros años.

3. Sobre la educación básica, ¿por qué los niños deberían aprender filosofía?
Quien ha tenido la oportunidad de hacer filosofía con niños y niñas, sabe que está surge con mucha naturalidad. Piensan y preguntan con audacia, tienen muchas preocupaciones acerca de cuestiones trascendentales para la humanidad y para sí. El punto es que cuando llegan a la enseñanza media sin contar con esta experiencia, algo se pierde, algo hacemos en su formación que dejan de pensar críticamente y las preguntas se convierten en un problema y no en un territorio propio.

4. Por último, ¿qué has aprendido de tus estudiantes?
Me han enseñado que filosofar se vive en carne y hueso. Que es una actividad significativa, pues importa vivir una vida reflexiva. Que tiene sentido en todos los ámbitos de nuestra existencia, convirtiéndose en un lugar de descubrimiento, autenticidad, y también de acción. Veo que se convierten en unos parresiastas, en el sentido foucaultiano, siendo la verdad una búsqueda inevitable. El arrojo de la juventud frente a esa verdad de quienes son y del mundo que desean vivir, me ha enseñado que hay cuestiones más importantes que la certidumbre o la seguridad, por las cuales vale la pena arriesgarse a perder.
La comunidad filosófica que nace de la clase de filosofía se convierte en un espacio seguro para ser quien se es, tanto para estudiantes como profesores y es por esto que vale la pena defenderla.

 

Mónica Luarte es licenciada en Filosofía por la Universidad de Chile y profesora de filosofía por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Cuenta con especializaciones en filosofía con niños y niñas, filosofía política y estudios de género. Actualmente es miembro directivo de la ACHIF y profesora de educación secundaria de Filosofía y Teoría del Conocimiento desde el año 2003.

 

 

Silvia Pérez frente a una pizarra

Silvia Pérez: «Me la juego porque a esa edad (en la infancia) aprendan a filosofar»

1. Hola Silvia, ¿qué te motivó a estudiar filosofía? ¿fue una inquietud temprana en tu vida?

Mi encuentro con la filosofía tiene dos momentos: el primero, fue en el colegio, tenía una profesora muy fome y nadie entendía nada. Me parecía un conocimiento lejano, extraño y sin sentido. Yo era estudiante de buen rendimiento, y esta asignatura me estaba quedando grande, y por supuesto, el primer rojo no tardó en llegar. Ahí supe que tenía que arreglármelas de alguna manera y comencé a estudiar sola y a visitar cuanta biblioteca me era posible para encontrar algún hilo que me condujera a algún lado. En ese trance, la fui descubriendo, la fui entendiendo y al mismo tiempo no lograba comprender cómo algo tan especial y distinto podía ser enseñado de esa forma tan aburrida. Cuando me saqué la primera buena nota (fuimos tres azules en un curso de 45) asumí la tarea de enseñarles a mis compañeros, y mostrarles el lado amable de la filosofía.
El segundo momento, fue en la universidad. Filosofía no era mi primera opción, y entré a la carrera casi por rebeldía (mi papá le contaba a todo el mundo que yo iba a estudiar Derecho). Mi primera opción era Actuación Teatral, y ese año -1988- se cerró la admisión por motivos políticos, y la alternativa de irme a una academia me fue negada en mi familia porque yo había sacado puntaje «para ir a la universidad». Entonces, entré a Filosofía, y ahí supe que esa disciplina y su enseñanza, era a lo que quería dedicar el resto de mi vida.

2. Han habido distintos intentos de quitar la filosofía de los colegios, ¿por qué la filosofía debe estar en la educación media?

Porque es el momento en que por naturaleza el ser humano se cuestiona todo: su vida, su destino, su lugar en el mundo. Todas las dudas vitales surgen en la adolescencia, y la filosofía es la compañera perfecta, ya que si bien no resuelve nada, hace que al menos ese cuestionamiento no sea vano. Los mejores escritos de los adolescentes suelen ir de la mano de un autor/a o corriente descubierto a través de las clases de filosofía.

3. Sobre la educación básica, ¿por qué los niños deberían aprender filosofía?

La infancia es la edad de las preguntas ingenuas y del genuino asombro, condiciones fundamentales para la reflexión filosófica. No sé si lo que deban aprender sea filosofía, yo más bien me la juego porque a esa edad aprendan a filosofar, de manera tal que en la adolescencia, ya sean capaces de pensar por sí mismos y a partir de sí mismos.

4. ¿Qué has aprendido de tus estudiantes?

Que no hay métodos mágicos ni fórmulas exitosas. Y que finalmente lo que más les importa es tu consecuencia como ser humano, la coherencia entre el discurso y la acción. Ser la misma profe en la sala, en el recreo y en la calle, y que no importa tanto el qué les enseñas, como la forma en que lo enseñas. Que es mucho más valioso un breve contenido con sentido, que una larga teoría lejana.

 

Silvia Pérez Araya, formada en la UMCE (ex Pedagógico) y con ejercicio docente por casi 30 años repartidos en el sector municipal, particular subvencionado y particular privado. Desde ACHIF, participó activamente en la defensa de la filosofía el año 2016. Actualmente es Vicepresidenta de la ACHIF y profesora de Filosofía e Historia de las Religiones y Filosofía Política en el Colegio La Fontaine.

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