Declaración oficial de la ACHIF en el Día Internacional del Libro

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Mediante la presente declaración, como Asociación Chilena de Filosofía, ACHIF, nos pronunciamos con ocasión de la conmemoración del Día Internacional del Libro. Pero, ¿por qué esta declaración? ¿Por qué expresarnos respecto de esta efeméride que en el mundo se celebra desde hace décadas cada 23 de abril? ¿Por qué, en definitiva, decir algo sobre el libro en nuestra calidad de Asociación que tiene entre sus propósitos velar por el ejercicio de la actividad filosófica en el país?

El libro es un artefacto; un objeto artificial creado y reproducido por el avance técnico que no encontramos en la naturaleza. En este sentido, el libro es una máquina tan revolucionaria para la historia de la humanidad como la invención de la rueda o el descubrimiento y control del fuego. Tiene, por consiguiente, un carácter prometeico que le entrega a la palabra (el logos griego) un espacio material donde se encuentra y reencuentra con ella misma en el libre despliegue de sus diferencias. Así, aunque el libro es un artefacto, no es un objeto comparable a un teléfono, computador, automóvil o cualquier producto tecnológico similar. Se trata más bien de un artefacto cultural que no puede ser reducido a una utilidad técnica para la vida cotidiana. El libro es una creación cuyas páginas cuentan siempre el subtexto de la propia condición humana. No es solo un logro civilizatorio de la razón. Al igual como otros artefactos culturales como ritos, ceremonias, tradiciones, creencias, leyendas, fábulas u obras de arte, el libro es un objeto que resguarda y registra el pensamiento mítico-simbólico a partir del cual se construye la realidad humana.

Ahora bien, podríamos apuntar, por una parte, al hecho de que sin libros no hay ni podría haber eso que llamamos filosofía. Y es que la filosofía, como forma específica de pensamiento racional, requiere de dicho soporte material: del libro en todas sus formas y formatos (desde tablas, pergaminos, manuscritos, hasta textos impresos y digitales) como condición de su ejercicio. No por nada, según se cuenta, la filosofía griega nace con ocasión de la circulación de textos que plasmaban la otrora tradición mítica oral, y que la circulación de los mismos, su publicación, permitió tomar distancia ante dicha tradición, y con ello revisarla, cuestionarla, criticarla.

Cabe dar aún un paso más, y postular que sin libro no hay pensamiento posible. Podríamos afirmar, en esta dirección, que pensar es escribir y que escribir es pensar. La mejor muestra de esta identidad (la cual no excluye, por cierto, la posibilidad de pensar fuera de la relación textual) es que cuando nos enfrentamos a la hoja (o la pantalla) en blanco, y ponemos nuestras ideas por escrito, estas van mutando al tiempo que se materializan, poniendo al descubierto, una vez más, la condición material, concreta, del pensamiento. Pero leer es también pensar y, consiguientemente, pensar es asimismo leer. La lectura no es una acción pasiva, reproductiva. Es una acción eminentemente productiva y creativa: enfrentados a un mismo texto, no todos/as leemos lo mismo. Basten las preguntas que hacemos al texto, las desviaciones que nos permitimos, los subrayados, las anotaciones, comentarios y garabatos, marginales y no tanto, para dar cuenta de la pluralidad de lecturas posibles.

Cabe destacar, por otra parte, que, en un país como el nuestro, con profundas desigualdades a nivel económico, cultural y educacional, el libro es aún, para mucha gente, un lujo, un bien suntuoso, inasequible. Y en esto, por desgracia, se muestra nuevamente el vínculo del libro con la filosofía, considerada aún por amplios sectores de la población como un bien dado a pocos, o como un complemento, innecesario a fin de cuentas, de una vida ya resuelta. En nuestro país, como lo recuerdan cada cierto tiempo diferentes estudios, se lee de modo desigual. Hay grupos que devoran libros, que leen asiduamente y bien. Hay otros que no gustan de dicho alimento, que leen poco y mal, que entienden mal y poco. Este desnivel afecta negativamente no solamente a la presunta igualdad de oportunidades. Atenta también contra el correcto ejercicio de la democracia, la que supone una ciudadanía participativa, informada del mundo, de los problemas del país, de la diversidad de lecturas posibles de ellos. En esta perspectiva, la promoción del libro, la ampliación y democratización del mundo de lectoras/es, es una tarea pendiente.

Y no sólo es una tarea pendiente que se refleja en aquella falta de promoción y cultura lectora, sino que es una labor que debería verse materializada en el incremento del fomento al libro y no tanto al aumento y énfasis en los artículos de revistas, cuyo formato escritural estandariza la escritura y el modo cómo leemos y hacemos filosofía. Este seguirá siendo un desafío para la difusión de la disciplina en sus procesos de desarrollo e investigación en los diferentes contextos en que se da, en especial dentro del sistema universitario.

Que más personas lean más y mejor. Quizá esta sea una condición imprescindible para tener más pensamiento, más filosofía, y que esta nos interpele más y mejor.

Por todos estos motivos, porque un día consagrado al libro da que pensar, es que como ACHIF nos pronunciamos en este Día del Libro.

Asociación Chilena de Filosofía, ACHIF

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