Por Bárbara Symmes Avendaño, profesora de Antropología Filosófica. Universidad de Los Andes
Estas semanas han sido duras. Como algunos de ustedes saben, enseño y estudio en la Universidad de Los Andes. Y ha sido duro por el suicidio de Catalina Cayazaya y la compleja realidad del abuso en el área de la salud, estudiantil, profesional, sexual, espiritual, emocional y una larga lista de etcéteras. En este caso, aún no se sabe lo que pasó, y habrá que esperar que nuestro sistema de justicia y las distintas instancias de investigación aclaren los hechos.
Pero podemos reflexionar sobre la realidad del abuso, que nos duele. El abuso forma parte de la vida de todos nosotros. La palabra literalmente significa «usar para otra cosa que el fin que tiene la cuestión» o «uso injusto y excesivo». Deriva también de «abuti», que significa agotar.
Abusamos un hervidor de agua cuando la usamos para hervir huevos. No es para eso. Va a terminar oliendo a huevo y lo tendremos que cambiar.
Pero bueno, no es tan grave, es una cosa. Lo peor es cuando abusamos de las personas: cuando no las vemos como un fin en sí mismas, cuando las usamos, ya que la única respuesta ante el ser personal es el amor: donarme para que el otro crezca, recibir al otro y ser recibido. Si no hago esto y la uso para otra cosa, la agoto, la rompo. Es lo que comúnmente se conoce como «relaciones tóxicas». Y no podemos llegar y cambiarlos a las personas como una cosa.
La realidad amplia del abuso no necesariamente implica que todo es causa de cárcel. Nosotros mismos abusamos de otros cuando queremos manipularlos y no los vemos como un fin en sí mismos, dignos de amor, donándonos. Cuando nos sentimos mal con nuestra propia vida, y tratamos mal a los demás por eso, como le pasa a un padre o a un hermano mayor cuando trata mal a sus hijos porque está frustrado.
En vez de hacernos cargo de las causas de nuestra infelicidad, las «echamos» sobre otro. Por eso es tan importante ser hombres y mujeres virtuosos, hacernos cargo de nuestra vida. Como decía Adam Smith y la filosofía estoica, «somos la persona que mejor puede cuidarse a sí misma», somos nosotros mismos aquellos sobre los que tenemos más influencia. Si no nos hacemos cargo de nuestro camino de felicidad, seremos infelices, y probablemente haremos infelices a los demás.
Esto sucede con algunos supervisores de prácticas de salud que tratan mal a sus subalternos, pero también sucede con jefes abusivos, con amigos tóxicos (que en verdad no son amigos), parejas abusivas, comunidades abusivas que no buscan que sus miembros crezcan, sino hacerlos desaparecer.
¿Y cómo hacen esto? Aislando a la persona, haciendo «ghosting» (es decir, tratándolas como si no existieran, cosa que la persona termina creyendo), denigrándolas y quitándoles la confianza en ellas mismas. Atentando contra su dignidad personal.
En el trabajo puede pasar quitando el mérito de tu trabajo y atribuyéndoselo a otro, o dejándote fuera del equipo y de cualquier decisión; o en una pareja tratando como si estuvieses loca o loco y haciéndote vivir en confusión; o en maneras más extremas atentando sexualmente contra otro, sin respetar su libre albedrío y su libertad, lo que causa una herida muy profunda.
Los contextos y relaciones abusivas y tóxicas terminan por quitar el brillo, como se dijo de Catalina. Por eso es tan importante reconocerlos y manejarlos. En sus formas más extremas, los que ejercen el abuso quieren quitar a voz a las personas: esto es un gravísimo atentado contra su dignidad, porque atenta contra la libertad, que es lo más propio de los seres humanos. Los abusadores se quieren «tragar» al otro, como lo hacen los demonios en la novela de C.S. Lewis, «Cartas del diablo a su sobrino». Los demonios, en la novela, no aman, sino que se tragan los unos a los otros. No pueden relacionarse de otra manera Como las personas tóxicas, que quieren tragarse a los otros.
Descansa en paz, Catalina. Y que todos aprendamos ser mejores y a cambiar nuestra cultura para que sea una cultura que promueva el verdadero crecimiento y cuidado del otro, que alcance sus máximas potencialidades, una sana autonomía.