En un momento donde la educación chilena enfrenta importantes desafíos y transformaciones, la enseñanza de la filosofía emerge como un espacio crucial para el desarrollo del pensamiento crítico en las nuevas generaciones. Así lo plantea el Dr. Gonzalo Núñez Erices, director del Departamento de Filosofía de la Universidad Católica del Maule y actual presidente de la Asociación Chilena de Filosofía quien, a propósito del Día Mundial de la Filosofía, aborda en una extensa conversación los retos y oportunidades que enfrenta esta disciplina en las aulas escolares.
“La filosofía debe ser para los estudiantes suficientemente ajena para despertar su curiosidad, pero suficientemente cercana para conectar con sus propias realidades y contextos”, sostiene el investigador, quien resalta la importancia de vincular el pensamiento filosófico con temas contemporáneos como la inteligencia artificial, el cambio climático, los feminismos y las crisis sociales y políticas actuales.
– Gonzalo, ¿cuáles son los principales desafíos que enfrenta la enseñanza de la filosofía en la educación media? ¿Cómo se pueden abordar estos desafíos para que la filosofía sea una asignatura atractiva y relevante para los estudiantes?
Un primer desafío es, a mi parecer, uno bastante básico: que la enseñanza de la filosofía, a diferencia de otras disciplinas, debe lidiar con la permanente amenaza de su propia destitución del sistema de educación escolar en Chile. Cada cierto tiempo, discursos de expertos ―reproductores de una burocracia política y ungidos con la retórica de la “mirada técnica”― aparecen para cuestionar la utilidad de la filosofía en el contexto de un sistema de educación que sigue privilegiando la lógica de la competencia, la estandarización del conocimiento, la segregación y el exitismo económico. Cualquier espacio de reflexión y diálogo crítico capaz de estimular cuestionamientos en niños y adolescentes sobre la cultura, la sociedad, el ser humano, la ética, la estética, la política, el género, la sexualidad, el poder, etc., debe enfrentar la fragilidad de su pertinencia y justificación para ser incluido en la educación escolar. En este sentido, la filosofía (y las humanidades en general) son recurrentemente encasilladas ―desde la simple ignorancia o el discurso estratégicamente instalado― en una forma de adoctrinamiento ideologizado que solo promueve la deformación de las creencias que los y las estudiantes puedan tener sobre la realidad. Por supuesto que este tipo prejuicios se sostiene sobre la idea de que existen ciertas formas de realidad o perspectivas “correctas” desde donde ver mundo, mientras que otras maneras divergentes son erróneas o, incluso, visiones perversas que deberían ser excluidas. Pareciera ser que en la medida en que la filosofía esté comprometida con un cuestionamiento crítico, plural e inclusivo, ella será reiteradamente llamada a realizar su propia apología.
Sin embargo, tampoco pienso que la filosofía sea solo una víctima de un sistema educativo y económico cruel y deshumanizador. A pesar de que las horas de filosofía en colegios y escuelas científico-humanista y técnico-profesional han sido incrementadas en los últimos años, se prevé en el corto plazo un déficit en la cantidad de profesores egresados en la disciplina para cubrir dichas horas y plazas de trabajo. Resulta paradójico que las universidades que imparten la pedagogía en filosofía no logren a completar sus matrículas para satisfacer la demanda de profesores que el sistema va a requerir. Sin duda, esto es un llamado urgente de atención al sistema universitario chileno en general responsable del importante desafío de la formación de profesores de filosofía y comprometidos con la vocación por la enseñanza. Por supuesto que un sistema de educación que no ofrece seguridad económica, bienestar mental y condiciones dignas de trabajo no colabora en la estimulación de nuevas vocaciones, pero quienes formamos a profesores de filosofía también somos responsables de hacer de la enseñanza de nuestra disciplina a una forma de vida con sentido mirando hacia el bien común. Por consiguiente, para quienes somos responsables de la formación de profesores y profesoras de filosofía, el segundo desafío, quizás tan básico como el mencionado inicialmente, es el siguiente: reflexionar críticamente sobre nuestras propias prácticas pedagógicas en relación con el sentido y propósito de la formación de profesores sin someterse a la infértil academización del saber. Así, entre otras cosas, diseñar estrategias concretas libres de prejuicios que logren convocar a jóvenes y sus intereses en la desafiante pero siempre dignificante oficio de profesor y profesora. Sin esta reflexión la filosofía terminará siendo siempre una víctima de sí misma.
– ¿Cómo se puede motivar a los estudiantes de la educación media a interesarse por la filosofía? ¿Qué estrategias o metodologías de enseñanza pueden ser efectivas para despertar su curiosidad y pensamiento crítico?
La motivación en los jóvenes no es tan distinta a la motivación en el resto de las personas. Algo resulta motivante porque te hace sentido, es decir, descubres en aquello algo que vale la pena de ser realizado por sobre muchas otras cosas. La pregunta es, entonces, ¿cómo hacer que la filosofía valga la pena para un estudiante de enseñanza media? Para pensar esta pregunta podemos echar mano al personaje de Diotima, la sacerdotisa y filósofa griega mencionada por Platón en su diálogo El banquete. Ella nos cuenta que Eros (amor), concebido para el nacimiento de Afrodita (belleza), es hijo dos divinidades: Poros que representa la abundancia de recursos y Penia que representa la pobreza y carencia. Dada esta doble naturaleza del amor, para desear o amar algo tenemos que carecer de aquello, pues, de otro modo, no podríamos desear algo que ya poseemos. Sin embargo, tampoco podemos desear algo de lo cual carecemos completamente, pues, en ese caso, no podríamos saber que lo deseamos. El deseo, por tanto, se da en el juego permanente entre lo presente y lo ausente del objeto deseado.
Ahora bien, ¿de qué manera se vincula el relato de Diotima con la pregunta planteada acerca de cómo motivar a los estudiantes de la educación media a interesarse por la filosofía? La filosofía debe despertar el deseo en los y las estudiantes mostrando que, a pesar de que sus preguntas, conceptualizaciones, metodologías y formas de razonamiento pueden ser ajenas e incluso inhóspitas en un primer momento para ellos y ellas, hay en el ejercicio mismo del filosofar una experiencia humana compartida que todos somos capaces hacer propia. La enseñanza de la filosofía debe ser lo suficientemente creativa para que los estudiantes puedan explorar y perderse en una forma de pensamiento siempre abierta a nuevas posibilidades; y, sin embargo, que puedan también darse cuenta de que sus propias inquietudes e intereses cotidianos están ya contenidos en el espacio filosófico.
La filosofía debe ser para los y las estudiantes suficientemente ajena para despertar su curiosidad, pero suficientemente cercana para conectar con sus propias realidades y contextos. Así, a mi juicio, como plan curricular, esta no solo debe ser entendida como un conjunto de contenidos y competencias para ser adquiridos por los estudiantes. La filosofía debe estimular en los estudiantes cuestionamientos sobre el ser humano y el mundo con un razonamiento que incorpora la diferencia como un valor fundamental para la convivencia. Aunque no soy experto en muchas cosas y una de ellas es la educación, solo me atrevería a decir que una estrategia general para hacer de la filosofía algo atractivo para los y las estudiantes es mostrarles que, en último término, las preguntas que ellos y ellas se hacen sobre sus propias vidas son también las preguntas que pueden encontrar estudiando filosofía. En ese cruce, la filosofía puede valer la pena en la medida que se vuelve significativa no solo para el mundo en abstracto, sino que para el mundo que efectivamente los y las jóvenes viven cada día, el mundo de la vida para ocupar la expresión de Husserl. Lograr esto es una tarea pedagógica difícil, pero, sin duda, intentarlo podría despertar en los y las estudiantes un genuino amor por la sabiduría.
– ¿Cómo se puede conectar la enseñanza de la filosofía con la realidad actual del país y del mundo? ¿Qué temas o problemas filosóficos pueden ser relevantes para los estudiantes en su contexto social y cultural?
Esta pregunta sigue muy bien lo planteado en la respuesta anterior. Profesores y estudiantes son, echando mano a Giorgo Agamben, contemporáneos: a pesar de las distancias generacionales que los pueden separar, ambos comparten una época, un ethos en común. Comprender y reflexionar en torno a esto es fundamental, pues entrega un espacio y tiempo de diálogo con un campo compartido de sentido. Ser contemporáneos implica convivir en conjunto la crisis que hace que no vivamos un pasado que dejó de ser ni tampoco un futuro que aun no llega a ser. Lo contemporáneo es una crisis permanente en la medida que siempre se encuentra en un momento liminal de transformación entre un mundo que está acabando y otro mundo que está siempre por comenzar. La filosofía en el aula es, en este sentido, la oportunidad de encontrarse en una reflexión sobre la crisis que nos hace a todos contemporáneos. Pensar esa crisis es complejo debido a que somos nosotros mismos quienes la vivimos (estudiantes y profesores, en este caso). Estamos muy cerca a ella como para no sentir sus repercusiones en nuestra vida cotidiana, pero esa misma cercanía nos imposibilita interpretarla con espíritu desapasionado y lo suficientemente crítico con nuestras propias creencias.
Preguntarse cuál es la crisis del mundo contemporáneo que compartimos es una tarea importante de la filosofía cuyo planteamiento nos convoca a todos y todas, más aún a jóvenes que están forjando su propia identidad en la crisis misma. Algunas cuestiones que probablemente definen la crisis contemporánea son, por ejemplo: la pérdida del poder representacional de las instituciones tradicionales; el cambio climático y la relación entre el ser humano con la naturaleza; el acelerado desarrollo e implementación de las inteligencias artificiales; los metaversos y la virtualidad como nuevas formas de realidad; los desafíos de los feminismos y teoría decoloniales en torno a la identidad, la raza y el género; las crisis sociales y políticas; la desigualdad económica; la globalización, el consumismo y el individualismo en las sociedades postmodernas; la amenaza de las guerras; el auge de los totalitarismos y los populismos en la era de la posverdad, derechos humanos y democracia; la necesidad del diálogo interreligioso; entre otros temas. Así, la ética, la filosofía política, la filosofía del lenguaje, la antropología filosófica, la estética, la metafísica, la filosofía de la mente y ciencias cognitivas, la filosofía de las ciencias o la hermenéutica entregan herramientas para que profesores y estudiantes puedan buscar respuestas y preguntas en común en torno a estos temas. La filosofía aporta con conceptos, discusiones y reflexiones críticas para analizar junto con los estudiantes la globalidad de los problemas del mundo contemporáneo sin perder de vista sus contextos y realidades particulares.
– ¿Cómo se puede desarrollar el pensamiento crítico en los estudiantes a través de la enseñanza de la filosofía? ¿Qué actividades o ejercicios pueden ser útiles para este fin?
Nuevamente es importante aclarar que no soy un experto ni en didáctica ni en educación; sin embargo, podría compartir algunas ideas e intuiciones que surgen de mi experiencia como profesor de filosofía con estudiantes de enseñanza media y como formador de profesores de filosofía en la universidad. A mi parecer, la filosofía siempre debería ser enseñada en diálogo con otras disciplinas y saberes. El cruce de la filosofía con la literatura, las artes, la ciencia, la cultura popular, el cine, la historia, la informática es una oportunidad para que los y las estudiantes puedan explorar las diferentes formas en que el pensamiento filosófico puede concretarse y manifestarse con sus propias experiencias, intereses e inquietudes. Así, actividades curriculares que generen un diálogo entre la asignatura de filosofía con otras asignaturas es muy importante para no aislar a la primera como si fuese un saber suficiente por sí mismo. La incorporación de las tecnologías parece ser algo ineludible en las aulas del mundo de hoy. En este sentido, ocupar las herramientas de la tecnología para generar un vínculo entre los estudiantes y la filosofía es fundamental. Es un espacio donde los estudiantes pueden jugar un rol de enseñanza en las actividades curriculares y el o la profesora abrirse a aprender para lograr actividades de conocimiento mutuo. La tecnología debe ser comprendida como una oportunidad en lugar de una amenaza. Esto requiere, por supuesto, de una reflexión recurrente sobre la relación y tensión entre el ser humano con la tecnología para que el uso de esta última siempre este acompañada por una perspectiva crítica. Finalmente, lo más importante que debe acompañar a la enseñanza de la filosofía es la estimulación de la creatividad que haga del aula un lugar de conocimiento recíproco para profesores y estudiantes.
– ¿Por qué es importante la enseñanza de la filosofía en la educación media? ¿Qué beneficios aporta a los estudiantes en su formación personal y social?
La enseñanza de la filosofía en la educación media (y también pensada para niños y niñas de educación básica) es importante porque, en el estudio de las diferentes tesis filosóficas, argumentos y conceptos, se abre un diálogo de plena libertad y pluralidad donde toda pregunta y respuesta es posible. La discusión filosófica se presenta como un ejercicio necesario para tomar conciencia que nuestras ideas no están aisladas y encerradas en sí mismas. Por el contrario, ellas se construyen en un diálogo donde el otro aparece en su diferencia en el marco de la empatía y tolerancia. Así, la filosofía, a diferencia del resto de las asignaturas, tiene siempre la posibilidad (si acaso no es una obligación inscrita en su propia naturaleza) de ser contra-cultural. Es decir, los y las estudiantes pueden encontrar en ella un lugar de reflexión crítica sobre los discursos hegemónicos que dominan la escena contemporánea. Pensar y re-pensar, de este modo, los supuestos y principios culturales, sociales, económicos y políticos que sostienen y articulan nuestras propias creencias y opiniones más básicas que responden siempre a un contexto y una época. La filosofía puede ser, por consiguiente, una zona de resistencia frente a las ideas dominantes que son apropiadas sin una reflexión crítica. La filosofía no solo incomoda al poder, por decir una frase cliché, sino que ella debe incomodar fundamentalmente al estudiante consigo mismo. Pensar filosóficamente no es fácil y, a veces, tampoco agradable, pero tampoco podemos huir de él pues nos constituye a todos y todas como seres humanos. En la experimentación de esa incomodidad fundamental en diálogo con otros es posible que el y la estudiante pueda encontrar, en el mejor de los casos, una pequeña gratificación de autonomía y autenticidad.